Catadores como Severino Cueva, propietario de una sidrería en la calle Gascona de Oviedo, refrendan el alegre carácter de la cosecha de 2005, que no duda en calificar de «muy equilibrada y compaginada», algo «alimonada» y aún con los aromas afrutados propios de su juventud. Cueva asegura que la que ya ha probado de la nueva producción tiene buenas facultades y es mejor que la del año pasado, «con amargos muy acentuados que en la boca se convierten en secantes», los culpables de que el bebedor quiera tomarse otro culete. En resumen, una sidra excelente. Cata Severino Cueva ofrece una serie de parámetros para que el consumidor pueda distinguir una buena sidra: l Tras el escanciado, el vaso no tiene que tener mucha espuma, es decir, un «buen espalme y dejar un buen pegue». También debe contar con un moderado «aguante», las partículas de gas carbónico que están en suspensión en la sidra mientras ésta se bebe. l El aroma es muy importante: «A lo que huele, te sabe. Si existe un olor raro llegará al paladar. l A estas alturas la sidra ya no puede tener sabor dulce ni ácido. Si eso ocurre, algo falla. Tampoco es buena señal un sabor extraño a tonel, o a madera vieja. Será defectuosa. Lo mismo ocurre con la sidra con gusto de restos de fermentación, que deja un sabor áspero y desagradable. l El color debe ser pajizo, amarillento, pero no demasiado claro. l Cueva afirma que el grado más de alcohol no se nota en el sabor: «Sí se deja sentir cuando se llevan unos cuantos culetes».