Casi dos millones de botellas de sidra con Denominación llegarán al mercado en abril

Abril y casi dos millones de botellas. Esas son las claves de la Denominación de Origen para la sidra asturiana, protección recién aprobada por la Unión Europea, en vigor desde el pasado lunes y que ya no tiene posible vuelta atrás. Las etiquetas que proclaman la protección de origen están ya en marcha. Según los cálculos del gerente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida ‘Sidra de Asturias’, Alejandro Álvarez, las primeras botellas con tan esperado distintivo «llegarán al mercado en mes y medio».Es decir, en abril «más de millón y medio de botellas», precisa Álvarez, saldrán a la venta, aunque algunos productores calculan que la cifra rondará los dos millones de sidra natural, achampanada o de ‘nueva expresión’, la que no necesita escancie. Todas ellas con las siglas ‘d.o.’ en su etiqueta. El precio del nuevo producto continúa siendo una incógnita. Todos aventuran un crecimiento, pero sin precisar. Uno de los mayores productores de la región, también de los más laureados, Samuel Trabanco, asegura que «no sabemos todavía cuánto costará, pero está claro que debemos sumar el precio de la botella, que no puede ser retornable, y el de las tasas del propio Consejo». Según sus previsiones, en el mejor de los casos, 30 céntimos más que la sidra ‘de calidad’, que está en el mercado entre 30 y 50 céntimos más cara que la sidra tradicional. Es decir, en lugar de los 2,50 euros (416 pesetas) que cuesta ahora la botella más cara, la sidra protegida rondará los 3 euros (las 500 pesetas). Sin embargo, muchos productores avanzan precios para la nueva sidra que oscilan entre los 5 y los 6 euros (entre 832 y 1.000 pesetas).’Culinos’ lejanosNo obstante, desde el sector sidrero se precisa que el precio no deberá preocupar a los clientes asturianos. Según confirmó el propio Trabanco, «toda mi producción de sidra con denominación de origen será para el exterior, ya que creo que esa es la clave de la denominación de origen: conseguir romper la barrera asturiana y que nuestro producto se venda en el resto de España y en el extranjero tanto como aquí».Las cifras cantan. De los 45 millones de litros de sidra que Asturias produce cada año, el 90% corresponde, exclusivamente, al consumo interno «sin que apenas llegue al resto de los mercados», aclara Trabanco. Por ese motivo, el Consejo Regulador tiene claro, según Alejandro Álvarez, «que la denominación de origen sirve para la expansión de la sidra por todo el mundo. Ese es el objetivo de conseguir esta protección. Tenemos que fijarnos en el espejo del mercado del vino».Los culinos con denominación de origen serán escanciados en lugares tan distantes de las sidrerías asturianas como restaurantes de Centroeuropa o de la costa estadounidense de Florida, donde Trabanco tiene ya varios contactos «pendientes de lograr la protección». El paso despeja, además, la duda de la competencia desleal de vascos y gallegos ya que, mientras los últimos han tirado la toalla, los primeros «tienen un producto financiado por el Gobierno vasco y potente, pero muy distante de la calidad y las cifras de la sidra asturiana».Para el consumidor autóctono no queda una sidra peor, explica Trabanco, «ya que yo potenciaré la producción de sidra de calidad, que se hace igual que la otra, es decir, con las mismas manzanas y el mismo proceso, pero, simplemente, no tiene por qué pasar los controles y los gastos del Consejo Regulador, puesto que no busca la denominación de origen». Contra la picaresca Ésta no podrá llamarse, en ningún caso, ‘sidra de Asturias’, puesto que esa definición está reservada a la denominación de origen. El gerente del Consejo Regulador tiene claro que «desde la entrada en vigor de la denominación de origen, sidra de Asturias sólo es aquella que nosotros controlamos y que lleva nuestras etiquetas».El resto deberá evitar introducir en sus etiquetas no sólo el ‘de Asturias’, asegura Álvarez, sino que tampoco valdrán «’sidra asturiana’ o ‘producto de Asturias’. Todos esos calificativos quedan prohibidos desde la entrada en vigor de la denominación de origen». Para controlar la picaresca, el Consejo Regulador vigilará «todo el producto que salga al mercado» y prevé «diferentes sanciones económicas, según el grado de la irregularidad cometida y de que el autor sea o no un integrante del Consejo».El organismo emite ya etiquetas y contraetiquetas «con una numeración específica para cada productor y con mecanismos de seguridad especiales, para evitar las falsificaciones».

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