A principios del siglo XX, se recogían en Asturias 100.000 kilos de manzana, en todas las casas de los pueblos había un lagar, pero luego las cosas cambiaron”. Quien así lo cuenta es José Luis Rubiera, presidente de la Agrupación Asturiana de Cosecheros de Manzano de Sidra. Y el cambio se refiere sobre todo a la industrialización del sector. Poco a poco comenzaron a aparecer grandes plantaciones que bajaron la rentabilidad de las tradicionales. A su vez, se descuidaron esos manzanos de casa , y perdieron un poco la calidad de esa manzana. “Se produjo también un cambio social, y se desprestigió la sidra. Parecía que era una bebida de aldeanos y que todo lo que venía de fuera era lo bueno”, explica Rubiera. Y así, poco a poco, la gente dejo de cosechar manzana. Una de las mayores caídas se produjo a partir de los años 80. Entonces, según los datos de la consejería de Medio Ambiente y Desarrollo Rural, había en Asturias 10.129 hectáreas. Año a año se perdían entre 200 y 500 hectáreas hasta llegar al 2006. Según los datos de la consejería, quedaban 5.200 hectáreas de plantaciones tradicionales. A éstas hay que sumarle las nuevas plantaciones, de las que hay en total unas 600 hectáreas –la mayor parte de secano– de las que ya producen 363. LAS GRANDES INFRAESTRUCTURAS Y si se reduce la producción de manzanas, algo lógico con la caída de terreno dedicados a su cultivo, los lagareros empezarán a tener problemas para sacar adelante su producción. José María Osoro, presidente de la Asociación de Lagareros de Asturias, dice que “se ha producido un descenso estrepitoso en el número de cosechas, para eso no hace falta ni recurrir a los datos”. “Las cifras oficiales hablan de unas 100 hectáreas de media al año pero sabemos que no es así; son muchas más”, dice Osoro, que además de los problemas socioculturales que mencionaba Rubiera, añade otros asociados con los últimos tiempos: las infraestructuras y el urbanismo. “Donde ahora está la autovía del Cantábrico o la ronda a Gijón antes habría terrenos y en muchos de ellos había pomaradas”, explica, y añade que “y si no, han hecho chalets en ellos”. De todas formas, Osoro también explica que hay zonas de ribera en las que no se pueden construir, y que quizá por ahí pase la salida del futuro. “Lo que está claro es que si no se cambia, de aquí a 10 años estaríamos en una situación catastrófica”, añade. Pero él, como Rubiera, espera que este momento no llegue. “Es necesario hacer estudios que diagnostiquen claramente la situación, cuántos manzanos hay, en manos de quién están, qué variedades, cuánto les queda por producir a esos árboles… cuestiones así que ayudarán a comenzar a tomar decisiones para mejorar el sector”, dice. Entre las posibles actuaciones, el presidente de los lagareros menciona algunas: elaborar un registro de terrenos, favorecer alquileres a largo plazo, hacer convenios entre lagareros y productores, acuerdos con entidades bancarias que faciliten las líneas de créditos blandos o aprobar medidas que ayuden a los pequeños productores a llegar a la semiprofesionalización. “Creo que se trataría de verlo como una alternativa del campo asturiano, otra cosa que se puede hacer al margen de la tradicional ganadería”, manifiesta José María Osoro. José Luis Rubiera coincide con José María Osoro en mirar al futuro del sector con optimismo. El explica que ya no sigue vigente esa visión de la sidra como una bebida de aldeanos . “Ahora estamos en plena promoción, ya es una bebida con su prestigio, y además se empieza a pagar la calidad”. En este sentido, él explica que “las variedades que se plantan ahora son seleccionadas para que den buena cosecha y buena sidra, y se comercializa para la Denominación de Origen o para sidra de marca de calidad, como la de Trabanco, por ejemplo”. “Con esto”, añade, “se abre ahora una puerta”. Pero para que por esta puerta abierta pase el futuro del sector es necesario, según explica Rubiera, que toda la sidra asturiana se haga con manzana de aquí. “Ahora mismo se traen manzanas de Francia, de Checoslovaquía, que dicen que cumplen toda la normativa. Probablemente sea así, pero no hace falta saber mucho de esto para darse cuenta de que son bastante peores”, dice. Y explica que aunque los lagareros muchas veces tienen que recurrir a manzanas de fuera porque aquí no hay, no siempre es así: “este año, por ejemplo, ellos trajeron de fuera, pero aquí sobró”. SIN REGISTRO OFICIAL Los lagareros saben que eso pasa a veces, pero lo achacan a la falta de un registro oficial: “muchas veces no sabemos cuánta manzana hay”. Es por las plantaciones tradicionales. En las nuevas existe un control, y además, muchas de estas son de los propios lagareros, pero muchas de las tradicionales son pequeñas huertas con pocos árboles. “Unos pocos miles de aquí y otros pocos de allá, al final hace bastante manzana”, explica Osoro, que también dice que es manzana con la que no contaban. “Cuando planifican su producción de ese año, los lagareros hacen balance de lo que pueden disponer y tienen que realizar con tiempo sus pedidos fuera de Asturias, por lo que a veces se dan casos de que luego sobra manzana aquí, pero a nosotros también nos gustaría evitar eso”, comenta el representante de los lagareros asturianos, que añade que para un productor siempre es más sencillo recurrir a la manzana de Asturias, que además de conocer su calidad, “suele cerrar negocios con sus propios vecinos, se ahorra el transporte y le resulta más cómodo”. Por eso, el representante de los lagareros se muestra totalmente de acuerdo con Rubiera en cuanto a que sería un gran avance que toda la sidra de Asturias se produjera de manzana de la región. Osoro explica también que gran parte de la producción de esas pequeñas plantaciones está en manos de distribuidores “y algunos de ellos sacan más o menos manzana en función de cómo esté el sector, por lo que nos dificulta muchísimo la planificación de cada campaña”, concluye.